Quería romper todas las barreras que dividían las etapas de su vida. Se dio
cuenta de que, si no quería vivir en pasado, tenía que convertir toda su vida
en presente.
Así comenzó a apreciar el valor de la continuidad. Dejo de pensar en sí
misma como si tuviera múltiples versiones, y las unió todas en una. Nunca se había sentido tan
ella misma. Recopilo todos sus momentos amargos e hizo uno. Rompió a llorar y
estuvo a punto de abandonar. Pero entonces, al unir todos los felices, encontró
el sentido y respiró la vida como nunca antes lo había hecho.
Lo que ocurre con las etapas es que
nos obligan a clasificar nuestra vida, y no nos dejan apreciarla en todas sus
formas. Creemos que sirven para avanzar pero en realidad, el avance está en la
continuidad y no en la separación de episodios.