domingo, 4 de septiembre de 2011

Por si acaso no puedes gritar.

Dicen que las palabras se las lleva el viento, no se tocan, no se respiran. Pero se sienten, las palabras se sienten. Algunas devuelven el brillo a los ojos y a las sonrisas errantes que buscan su lugar. Otras escuecen y amargan. Tanto que al final siempre están ahí, levantándonos dolor de cabeza y abriéndonos la puerta de par en par en los días más fríos (o cerrándonosla), en esos en los que llueve fuera. O quizá no, y solo sea la humedad que tenemos pegada a la ropa, a los ojos. Sea como sea, las palabras marcan, están en los recuerdos, en las cartas que enviamos y en las que nunca llegamos a recibir. Están en la nostalgia que a veces no nos creemos más allá de las películas tristes, pero que en realidad cala nuestra piel. Y es que la nostalgia, también la curan las palabras. Que si esta duele, se llora. Se llora y ya vendrá alguien a abrazarte, con palabras nuevas. Y que si no viene nadie, tenemos palabras en las canciones. En las canciones de nuestras vidas, que siempre hablan de lo mismo y nos hacen sentir vivos. Porque si duele es que estamos vivos, y ya habrá otros días. Sera por días… Y si son muy largos, también se pueden contar de tres en tres. Avanzando, de poco en poco, o de mucho en mucho. Mirando hacia delante, y en los días de tregua, hacia atrás.  Que a mi, un boli y un papel me han enseñado a decir todo lo que no soy capaz de decir con la voz, todo lo que los ojos ya no podían llorar. Me han enseñado a echar de menos cosas que ni si quiera tenían sentido. Y me escuchan, me escuchan cuando ni si quiera lo hago yo misma. Por eso, escribo por y para mi. Para que así, no sea un revoltijo de emociones andante cada vez que salga a la calle. Para tragar los días con mas sabor.
Que me gustan las palabras, aun que se las lleve el viento y aun que sean pequeñas. Porque también, hay palabras que no se mueven, que se guardan entre páginas de libros, o aquí, o en el alma. Y así, puedes acudir a ellas para entender un poquito mejor tu mundo. Para eso existen las palabras. Para atreverse a entender el mundo.

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