No quiero que hablemos de quien debe pedir perdón a quien. Ni de dudas. Ni
de lo que podría ser. De lo que fue. De lo que puede llegar a ser. No quiero
sacar a pasear nuestros miedos, ni evidenciar más mi infinita ingenuidad. No
desatemos nuestro rencor, las cosas que no nos dijimos. Las que nos gritamos
demasiado alto. Ni si quiera pretendo recomponer las piezas de este puzzle sin
sentido que he(mos) creado. No necesito palabras. Es mas sencillo.
Supongo que cuando te vas a otro sitio, con todas tus ganas, con tus
expectativas imaginarias por las nubes como equipaje, con el paso ligero, ágil.
Con zapatos nuevos y el pelo perfecto, ocurre esto. Que nadie te despeina como
quieres y las nubes pasan a ser tan negras que empiezas a pisarlas con tus
zapatos ya no tan nuevos. Y te das cuenta de que tu casa no va a dejar de
serlo. Y que, por muy bonitos que sean los cambios, tu no vas a cambiar. Ni las
ganas de respirar la vida de esa persona que hace un tiempo fue tu única debilidad.
Porque lo sigue siendo. Y es que da igual lo mucho que corras, porque cuando te
canses y te des tregua debajo del edredón con tu pijama y la banda sonora de tu
historia empapando tus sentidos, veras que lo que menos quieres en ese momento
es estar con ropa y mucho menos estar sola en una cama tan pequeña.
No miento si digo que hoy, mientras escupo aquí mis palabras con sabor a
pasado, me planteo que pasaría si aparezco delante de tu casa. Ahí si que temblaría.
Pero ¿Qué estoy esperando? Si ahora mismo se pausara el tiempo… si se pausaran
nuestros sentimientos, quizá ya no nos asustaríamos por el ritmo de nuestros latidos.
Porque me asusta. Me asusta saber, a escondidas de mi poca coherencia, que
cuando llueve en mis ojos, y en mi habitación, y se me calan los huesos con
canciones que me gritan a un milímetro de mi oído lo cobarde que soy, es porque
estoy segura de que para mi, la felicidad sigue siendo sinónimo de sentir tu respiración
enredada en mi pelo.
Así que, no necesito palabras, es mas sencillo. Tanto como que volvamos a
desafiar al sol por la mañana entre las sabanas de tu habitación. Tanto como
que deje de ser cobarde. Tanto como que llegue a ser capaz de gritarte sin
hablar que, realmente pienso, que aquí el tiempo no espera, y lo estamos
perdiendo los dos.
Sin palabras me he quedado Sandra. Mis sentimientos los has escrito tú.
ResponderEliminarSin palabras me he quedado, tus sentimientos, los he escrito yo.
ResponderEliminar